J. R. Jiménez nos cuenta historias de su pueblo natal a través del amor a Platero, su burro, y ese amor trasciende a todo lo que ve, la naturaleza, el camino, los aromas, los chiquillos y sus juegos y su inocencia, la gente sencilla en su día a día, la vida; y con su lenguaje sencillo y al mismo tiempo poético, lleno de metáforas, nos hacen sentir esas vivencias como propias.