Wells, personalidad ecléctica y cambiante, tan pronto se entusiasmaba por una idea o una persona como todo lo contrario. Amigo de Henry James, de Conrad o de Crane; pacifista y partidario del desarme, socialista utópico y viajero infatigable, publicó en 1896 este "grotesco teológico", por utilizar sus propias palabras. Quizá en ninguna otra obra anida una sátira tan amarga y despiadada como en esta. Al dibujar los "humanimales" de la isla, tan increíbles como psicológicamente verosímiles, Wells hizo una cruel comparación con las leyes y los principios morales de su tiempo, una comparación de la que los seres humanos no salen precisamente bien parados.